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jueves, 29 de octubre de 2009

Impresiones de un concierto, por Alfredo

Mi querido amigo Alfredo, autor de La vida no imita al arte, acudió al mismo concierto que yo hace dos años en Gijón. Esto fue lo que Alfredo publicó en su blog después, como veréis la magia de Kroke en directo nos dejó seriamente perjudicados a los dos:

La tierra, el agua, el aire y el fuego hechos música. Es la única forma que tengo de explicar todas las sensaciones que me dejan los sonidos de los polacos de Kroke (Cracovia en yiddish), un grupo al que descubrí hace un par de años y desde entonces me acompañan de una forma constante.

Kroke es un grupo que basa su música en la tradición klezmer (de kley “instrumento” y zemer “cantar”), es decir, la música tradicional instrumental de los judíos de los países del este de Europa, que fusionan con el jazz o la música de los gitanos del orbe balcánico.

El grupo lo forman el violinista Tomasz Kukurba (virtuoso que demuestra que los extraterrestres ya están entre nosotros, porque parece imposible que un mortal llegue a tocar un instrumento como él lo hace), el acordeonista Jerzy Bawol, y el contrabajista Tomasz Lato, a los que se une el percusionista Tomasz Grochot. Ellos han compartido escenario con gente como Van Morrison o Ravi Shankar, por citar sólo dos, además de contar con Steven Speilberg entre su club de incondicionales.

Partiendo de la tradición judía, la reelaboran con todo tipo de sonidos para conseguir un conjunto inigualable, sorprendente y que te atrapa en su telaraña mientras intentas que tu intelecto asimile todo aquello que está sonando, hasta que te das cuenta de que no hay nada que entender, que se trata de sentir.

Ponerse ante uno de sus discos o una de sus actuaciones, suponer sumarse a un viaje de una intensidad absolutamente desconocida e imposible de explicar con palabras. A ratos tengo la sensación de que la música me coge de la mano y me lleva a conocer las calles de Cracovia (ciudad en la que nació el grupo en 1992), para luego subir al cielo más alto, sentir la ingravidez, para luego descender a una velocidad vertiginosa para sumergirme, con una suavidad extraordinaria, en el fondo del mar, para luego sufrir una descarga eléctrica que ya te deja en estado de shock.

El gran conductor de esa nave es el violinista, Tomasz Kukurba, del que Ramón Trecet (conductor del programa Diálogos 3 en Radio 3), ha escrito que “tiene firmado un pacto con los dioses”. Jamás había visto a nadie manejar un instrumento de esa manera, sacar una enormidad de sonidos, que cuando combina con su voz alcanza niveles de un sentimiento en el que la alegría, la melancolía, la tristeza y la fiesta se dan la mano en un continuo en el que sólo cabe dejarse llevar. “Kukurba es un rayo láser que inmediatamente toma posesión del escenario y establece contacto con tu yo más íntimo. Te puede ‘matar’ de diez formas distintas, depende de la noche, porque claro, hay que decirlo sencillamente, sin levantar la voz, sin alterarse mucho. Nunca repiten el mismo concierto. Nunca”, y vuelvo a tomar prestadas las palabras de Ramón Trecet.

La única vez que tuve la oportunidad de verlos en directo (en el Auditorio será la segunda), unos 20 minutos fueron de un único tema, en el que Kukurba hizo alarde de todo su virtuosismo, acompañado magníficamente por el resto del grupo, especialmente el contrabajista y el acordeonista que mantuvieron durante muchos minutos una única nota que sirviera de contrapunto a la melodía del violín y del flautín, con una sencillez minimalista pero de una gran efectividad, mientras nos sumergían en las profundidades del mundo submarino. Sublime.

La piel de gallina se me había puesto antes con la Dance of Snow Flake, un toque directo al alma, a la sensibilidad más profunda. Tendría que inventar adjetivos que no conozco para describirlo.

Regreso a Trecet y cierro: “Que disfrutéis, pero ya os anticipo que vais a tener un problema: vais a empezar a buscar como locos donde les podéis ver otra vez”.

La vida no imita al arte. 19/11/2007

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2 comentarios:

Alfredo dijo...

Fila 1, butacas 12, 13 y 14. Por ahí es por donde voy a andar el próximo día 8. La impaciencia me está matando.

Un abrazo!!

La ideal dijo...

Alfredo, me acercaré a saludarte. Cuando veas llegar a una con los pelos de punta sabrás que soy yo. Si a ti te mata la impaciencia no te cuento cómo me tiene a mi, porque es que ya no es solo que me preocupe que todo salga bien, es que ¡los voy a conocer en carne y hueso!
Te voy a guardar un cartelín y "la cosa" ya va de camino.
Un abrazo.

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